El actual podría llamarse el cuarto acto de la vida artística de Ricky
Martin. El primero fue como el carismático integrante de Menudo, el
segundo fue su carrera como solista que lo llevó a convertirse en una de
las figuras más reconocidas del pop mundial y, el tercero, una etapa
donde mantuvo parte de su fama, siguió sacando éxitos y haciendo giras,
escribió un libro, se reencontró consigo mismo y armó una familia. Para
muchos artistas, ese tipo de vivencias pudieran haber sido una especie
de “intermedio”, pero en su caso no.
El cuarto acto, que confidencialmente coincide con sus 40 años y comenzó
con “Evita” lo ha llevado a explorar nuevas facetas como artista y
aprovechar su fama y su nombre, pero dejando claro que este no será su
acto final.
Todo el mundo, críticos y audiencia, coinciden que la nueva versión de
Broadway de “Evita” ha sido un hit por Ricky Martin y para Ricky Martin.
El cantante no es extraño a los musicales, en el pasado formó parte del
cast de “Les Miserables”, pero en “Evita” brilló como nunca, promovió
la obra en cada medio posible y entregó el alma en cada función. Los
“standing ovations” que recibía eran la mejor prueba.
Y si su lado filantrópico parecía parte de su proceso de exploración
personal, ahora Ricky está más cómodo con lo que es y representa y no
tiene ningún problema de prestar su “voz”, su nombre y su imagen a una
variedad de causas que van de la política, las víctimas del HIV y los
niños en necesidad. Todo eso da a entender que en su quinto acto, este
será uno de los pilares fundamentales.
Y ahora en la versión australiana de “The Voice” ha demostrado todas sus
facetas: la humana con el mentor comprensivo, el showman con sus
consejos que van más allá de una buena voz y, por supuesto, la estrella
que también tuvo dudas, empujando a los concursantes a que dejen salir
toda su personalidad en el escenario.